top of page

Sentir

Para escribir esta crónica fue necesario sentir. Sentir la extrañeza, sentir puertas cerradas, sentir falta de oportunidades, sentir la exclusión. Para vivir esta crónica fue necesario sentir la necesidad de decir y no poder decirlo, sentir frustraciones de no comunicarnos y sentir el sonido sin querer sentirlo. Para leer esta crónica le es necesario sentir porque a través de ello le permitirá darle sentido al poder ser escuchado.

​

Entender la música desde la sordedad es apreciarla un poco más allá de lo que comúnmente se puede percibir. Quizás, por esa razón es que Beethoven se convirtió en uno de los mejores compositores en la historia pues, al igual que todos los sordos, entienden la música desde los cambios de ritmo y cada vibración se convierte en una nota melódica.

​

La limitación auditiva no es sinónimo de privación y por tal motivo este arte, a diferencia de la población oyente, no consiste en sentir las letras de canciones o melodías que cautivan y se conectan con la emocionalidad de las personas. Entonces, pensar la música desde la visión es todo un ensamblaje de sentidos, vibraciones, luces y marcación.

IMG_20190504_184829.jpg

En una versión más de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo) 2019, Christian Briceño y Andrés Marulanda (dos personas sordas) conversaron con los asistentes sobre este mundo en el que se hace difícil relacionar los sonidos con la ausencia de la audición. Sin embargo, para entender este fenómeno, es necesario sentir: sentir lo que siente el sordo; sentir un evento sin palabras; sentir la necesidad de comunicarse y sentir el sonido en cada vibración.

​

Camilo es un hombre de 21 años, sordo, cursa octavo grado en el bachillerato de un colegio al sur de Bogotá. Es su primera vez en Corferias. Expectante, hace una larga fila para poder ingresar. Es sábado de tarde grisácea y el frío parece opacar la asistencia de la misma forma como la sordera opaca las oportunidades de quienes buscan cumplir sus sueños. A su lado vamos dos periodistas. Oyentes. La excepción: asumir el papel de sordos.

​

Invisibles dentro de la visibilidad llegan a la taquilla. La taquillera, una mujer ente los 30 años sonríe mientras hace preguntas con lenguaje oral. Camilo, queriendo ser cordial no lo consigue y basta con un gesto para explicarle que no puede escuchar. Ella entiende y sigue haciendo preguntas. De nuevo, dejándolo todo a la suerte, con sus dedos él le indica el número 3, asumiendo que su respuesta responde al número de entradas que va a comprar.

​

Llega a los torniquetes. Sigue haciendo el mismo frío que se refleja en la actitud burda de algunas personas que no conocen (o no quieren conocer) la amabilidad con los demás. En unos gestos extraños que quienes no hablan lengua de señas ven con extrañeza ellos agradecen por la no cordialidad. Ya adentro van en busca de un evento en particular llamado “Cuando la música vibra”.

​

Se dirigen hacia el punto de información. Tras una corta fila y usando la misma seña que indica su condición, le pregunta a la encargada, mostrando el aviso en su celular, por el lugar de dicha conferencia. Ella, en primera instancia, intenta responder con palabras pero de inmediato cae en cuenta de que las tres personas sordas no le van a entender. Tarde dos, tres y cuatro minutos en entregarle la información. No sabe cómo decirlo. Acude a su compañera y vuelve a dudar. Ante la extrañeza de algunas personas que pasan por el lugar, Camilo recibe la información escrita en un papel, sin sonrisas, ni indicaciones… solo hay texto.

​

Uno de los errores de los oyentes es creer que a la discapacidad auditiva consiste en una misma percepción de la realidad que solo se diferencia por la ausencia de la escucha. Pero la verdad es otra que se marca por la lengua materna y el español. Primero, los sordos no hablan lengua castellana a menos de que la hayan aprendido. Segundo, en la Lengua de Señas Colombiana (como en general) no existen conectores por ende, al comunicarse con ellos de forma escrita difícilmente entenderán el mensaje por la confusión de palabras que desconocen (a menos de haber aprendido el español escrito).

IMG_20190504_182050.jpg

Son las 4:20 p.m. y dicho encuentro está programado para las 6:00, lo que les da tiempo de hacer un recorrido por toda la feria. Pabellones para niños, adultos; libros de ficción, no ficción, novelas, cuentos, testimonios y un universo literario que no tiene límites. De pronto, se acerca un muchacho que no pasa los 28 años con un libro en sus manos y una sonrisa amable que lo respalda. Parece querer mostrar o promocionar la obra que lleva sobre sí mismo. Al instante se presenta y Camilo responde con otra sonrisa. El hombre habla pero nada se le entiende.

​

De nuevo Camilo repite la seña por tercera vez. Pero de pronto una actitud de rechazo, tal vez inconsciente, el muchacho se retira caminando hacia atrás. Tal vez inocente le ha dicho a Camilo con su expresión corporal que este no es un libro para él, no por lo interesante de este sino por la imposibilidad de explicarle lo que ahora, por un obstáculo de comunicación, tal vez ha perdido toda explicación.

​

Curioso de conocer la obra, Camilo insiste al vendedor que se quede, que le hable. Ahora, y sin el poder de la oración, al hombre desarmado no le queda de otra sino entregarle el libro y que sea él quien le dé una propia interpretación. El título: una palabra que en su lengua no tiene traducción, ‘Criptomonedas’.

Esperando el comienzo de la obra, Camilo sorpresivamente se encuentra con un viejo amigo del colegio, es Christian Briceño, uno de los panelistas. Inicia el evento, en tarima están Andrés y Christian quienes mantienen su mirada puesta en uno de los cuatro intérpretes. A su lado quien modera el conversatorio y en primera fila otros tres intérpretes. Todo se basa en una comunicación bilingüe. Nosotros como periodistas hacemos eco a las señas y tratamos de ignorar los sonidos.

​

Percibir la música desde la hipoacusia o sordera consta de la vibración que emiten los instrumentos musicales o en la del volumen del equipo de sonido. Cuando era pequeño, Christian se pegaba al bafle de su casa y de esta manera podía sentir los vibratos de canciones rancheras “el sonido de trompetas, tambores, voces emiten diferentes ondas y es de esa forma cuando uno comienza a identificar si lo que suena es un instrumento de viento, cuerda, etc., y de igual forma marcan los cambios de ritmo de una canción.

​

Él es bailarín profesional y presentador de televisión. Cuenta que cuando estudió en la universidad tuvo que decirles a sus profesores (quienes no sabían Lengua de Señas) que primero le permitieran ver la música desde la teoría y después desde la práctica. “Primero debía identificar géneros de música, estrofas, composiciones y después el ritmo con que se bailaban estas canciones para después poder hacerlo”. De modo que para bailar o interpretar canciones desde la danza, es necesario verla, contemplarla, conocerla y, por último, ensamblar lo anterior para poder sentirla.

​

Andrés, quien no se considera bueno en el baile, le explica al público que otra manera de sentir la música es a través de luches. “Las luces pueden parecer un elemento más del show, pero para nosotros es más que eso. Las luces ayudan a marcar los cambios de ritmo, de género, de paso. Esto hace que no solo estemos sintiendo la vibración en pisos de madera sino también viendo los ritmos a través de estas luces”.

IMG_20190504_185258.jpg

Interviene Christian de nuevo. “Tuve la oportunidad de estar en el Estéreo Picnic hace dos años con el fin de ejecutar un proyecto que le permitiera a los sordos hacer parte de este evento. Entonces diseñamos una cápsula en donde las personas entraban, podían ver las luces, sentir vibraciones y ver a los artistas. Por eso, retomando lo que dice Andrés, las luces se convierten en un elemento fundamental dentro de la música.

​

Después de contar sus testimonios y adentrarnos en el tema, ambos han preparado dos actividades para que el público pueda reflejar todo aquello que se ha dicho. Comienza Christian. Llama a un oyente para que suba al escenario. Le pide que en un tono alto pronuncie la letra A de manera sostenida. Pone la mano sobre sus pectorales. A medida que la participante hace los sonidos él va interpretándolos con movimientos acordes. Pone su mano sobre la espalda. Ahora sobre una rodilla. Luego lo hace en el brazo. Dos personas, un oyente y un sordo han construido un performance musical entre el sonido y la ausencia de este.

Ambos sirvieron como complemento, tal y como funciona cada uno de nuestros sentidos. ¿Y cómo interpretarle la música a un sordociego?, pregunta Christian. La espalda es la puerta de entrada para estas personas. Cada palmada en la espalda significa una nota, un ritmo, como si se tratara de un percusionista dándole vida a su tambor.

​

Andrés ha traído bombas. Es la mejor forma de que un oyente entienda cómo ‘se siente sentir la música’. El auditorio las infla y las canciones empiezan a sonar. Todos sienten la vibración, los cambios, las ondas, las melodías. Quienes somos oyentes (incluso los que nos hicimos pasar por sordos) aprendimos un nuevo arte que en nuestro día a día no alcanzamos a imaginar: ver la música para poder sentirla.

​

La función ha terminado. Camilo se despide de su viejo amigo y se marcha conmocionado.

​

La sordedad no es un estado de privación sino una cultura. Mirar a los sordos como discapacitados es seguir en el error de seguir siendo excluyentes. De esta forma, ahondar en este maravilloso mundo es permitirnos sentir la riqueza de lo distinto y en esta ocasión entender que, como diría Andrés, “la música es un sinónimo de ondas de colores”.

bottom of page